8.29.2007

Huan

Llegó a mi vida allá por el 97, una semana antes de mi cumpleaños. Apenas me llegaba a la rodilla pero igual miraba para arriba, directo a los ojos. Nos hicimos la promesa de cuidarnos mutuamente. Era mi primer perro y yo su primer humana, iba a ser un proceso de aprendizaje de ambos lados. Junto al gordo aprendí muchísimas cosas, principalmente lo que es no tener ni una pizca de maldad, no porque yo no la tenga, sino porque lo veía a él, en su mundo no había lugar para esas cosas tan humanas. Aunque el gordo era tan "humano" que hasta lo pesqué mintiendo, pero mentiritas inocentes, de esas que cuando se descubren solamente hacen sonreír. Es que el gordo tenía un corazón inmenso.

Inmenso por lo bueno que era, y también por su tamaño. Hará cosa de dos o tres meses le diagnosticaron insuficiencia cardíaca, tenía tres arritmias, se ahogaba como si fuera asmático, había pasado de ser el perro hincha pelotas que me tiraba al piso paseo de por medio y al que había que pedirle por favor que te deje de dar la pata a agitarse por mover la cola y estar tirado todo el día. Con la medicación que le estábamos dando, el alimento balanceado específico para perros con su problema a lo sumo iba a vivir uno o dos años más, quizá tres.

Lo había cuidado lo mejor posible durante casi toda su vida, pero por mi suerte perra hace seis meses no pude seguir haciéndome cargo de todo. No se fue lejos, pero que tuviera todo lo que necesitara ya no estaba en mis manos. Al margen de eso, lo seguía viendo con tanta frecuencia como antes y cuando el cuerpo me daba lo sacaba a dar una vuelta. O me sacaba él a mi.

El viernes 17 de este mes fui a quedarme un par de días en lo de mis viejos, llegué y el gordo me saludó desde el sillón donde estaba todo el día. Más tarde se levantó y jugamos un rato, hasta se las arregló para trotar dos vueltas alrededor de la mesa antes de agitarse. Estuvo todo el tiempo conmigo, y me di el lujo de hacer una excepción en su dieta y agregarle a la cena de alimento balanceado especial algo de pollo, también sin sal, pero para él igual fue una fiesta.

El sábado me sentí mal y me volví a casa a la noche. Cuando lo saludé tuve el presentimiento de que no lo iba a volver a ver. Y fue así, y todavia me odio por tener esos presentimientos. El domingo a la mañana llama mi vieja avisando que lo habían internado (otra vez) porque se había descompuesto (otra vez), y fuimos con mi hermano en el auto, no volando pero casi. Igual no llegamos, murió diez minutos antes. Lo encontré tibio, traté de cerrarle los ojos y no había forma. Cuando me despedí ya se estaba enfriando.

Su corazón inmenso dijo basta y el resto del cuerpo también. Me hubiera gustado que se muriera dormido, tranquilo, porque el corazón haya decidido dejar de latir o porque hubiéramos decidido que esa puta inyección a la que tanto miedo le tenía era una muerte mejor (aunque todavía dudo de que hubiera sido capaz de hacer algo así). Le tocó irse sufriendo, asfixiándose en el piso del quirófano donde quedó cuando no pudo caminar más y no hicieron a tiempo de subirlo a la mesa.

Recién hace dos días que no tengo que aguantarme la pregunta "y el gordo como está" con la que arrancaba cada llamada telefónica a mis viejos. Recién ahora puedo escribir. Todavía no pude volver a la casa, el mismo domingo me quedé en la escalera porque no podía aguantar la idea de ver su rincón, sus platos, sus juguetes y no verlo a él venir despacito y rengueando un poco a saludarme como hacía siempre.

Seguramente estarán los que piensan que exagero, si total era solamente un perro, son formas de pensar diferentes. Porque no era solamente un perro, era mi perro, el que conocía a cada uno de la familia por nombre, el que sabía la diferencia entre una pelota, una ruedita, un palito y una soga, el que me apoyaba la cabeza en la rodilla si me veía triste, el que me empujaba la mano con la que tenía el mouse para que me aleje de la computadora y lo saque a pasear, el que mentía ladrando y moviendo la cola en la puerta como si hubiera llegado alguien para que vayamos a ver y ahí juguemos un rato (y si no íbamos se asomaba para ver si lo veíamos), el que suspiraba en un rincón si no le llevaban un regalito y para el que el mejor juguete era un rollo de cartón de los que quedan cuando se termina el film de cocina.

Era el que me sorprendió el día que lo vi resolver un problema. No, matemático no, tuvo que resolver cómo hacer para meterse dos juguetes en el hocico así yo no le podía quitar uno mientras agarraba el otro, se quedó treinta segundos mirándolos fijo y eligió el orden correcto al primer intento. Era el perro que adoptó dos gatos, que les hacía lugar en su cama y les dejaba comida en su plato aunque cuando llegaron a casa le cabían adentro del hocico.

Era el cachorro medio pelado y lleno de pulgas, todavía con los ojitos cerrados, que se encontraron en un baldío y me alegró diez años de mi vida. Era muchas cosas, era el perro al que más quería mientras más gente conocía, el que me daba primero una pata y después la otra, siempre en el mismo orden y después esperaba su golosina, el que cuando todavía vivía con mis viejos me despertaba a los besos de perro todas las mañanas obligándome a arrancar el día con una sonrisa.

Era parte de mi, una parte muy grande, una que ya no está. Así que estoy incompleta, hasta que pueda digerir la idea, hasta que se me vaya de la cabeza la sensación de que le fallé en lo único que le prometí alguna vez y en lo que hubiera preferido morirme antes que fallarle. Fotos no voy a poner, todas las que tengo ya las subí en otro post, y todavía no puedo verlas sin que se me vaya de golpe todo el aire.

Si, estoy triste, tengo un stock de sonrisas muy limitado, y no son para todo el mundo. Y si a alguien le jode todo esto, bueno, como aprendí a decir hace mucho, que se curta.

3 comentarios:

Una Pepina dijo...

Sali, corazón. tenemos tanta tristeza por vos y tu amor.
Ellos nos acompañan todo lo que pueden, pero es solo un ratito para nosotros, nada más. Y si los 10 años que estuvo con vos fueron buenos, recordá eso. Nada más.
Ya va a pasar. A su debido tiempo. Pero va a pasar.

Mientras tanto un abrazo de oso polar ida y vuelta todo mullidito de dos Pepinas que te quieren :) ;)

Salitou dijo...

Gracias chicas, de verdad. Por el mensaje y por eso de que me quieren, porque de corazón es mutuo :)
Me hizo bien escribir esto, me costó arrancar, empecé más de una vez, pero mi idea es recordar todo lo lindo en vez de pensar en que ya no está. Al menos ya no está sufriendo, me partía al medio ver la cara de terror que ponía cada vez que no podía respirar.
Gracias chicas, la sensación de que se me terminó el mundo ya se está pasando.
Besotes azules

Unknown dijo...

Te quiero muchoooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo